Tradúcete | 10 julio 2017

Reflexiones sobre el oficio de traductor

La labor de los traductores es realmente valiosa, ya que son los encargados de dotar al lenguaje, ya sea propio o extranjero, de un conjunto de palabras que serán las encargadas de aportar todo el significado. Las palabras, a su vez, poseen un gran poder debido a que consiguen que las cosas existan gracias a que son nombradas. Sin las palabras, las definiciones o argumentos podrían existir en nuestra cabeza ya que nunca llegarían a hacerse realidad al no disponer de un nombre que los identifique.

El trabajo de los traductores profesionales consiste en tener destreza sobre el manejo de su lengua materna, la capacidad y conocimientos suficientes para captar los matices y significados de los idiomas que traduce y la habilidad para transmitir los significados en diferentes lenguas, creando una comunicación entendible y cercana respecto al receptor.

Asimismo, los traductores de cabecera deben mostrar la maestría necesaria para identificar las pequeñas “trampas” o cambios de significado de las palabras de cada idioma. De esta forma, consigue una traducción impoluta, con sentido y ajustada al texto original.

Por lo tanto, se puede decir que la responsabilidad del traductor reside en el poder que ejerce sobre las palabras. Su misión no es transformar la realidad mediante las traducciones, sino todo lo contrario. El traductor profesional debe moldear las palabras y hacerlas legibles, de tal forma que cuando las traduzca a otro idioma el significado siga siendo el mismo, con los mismos matices.

Otra de las grandezas del oficio del traductor es otorgar a las palabras personalidad propia. El traductor de cabecera tiene la destreza de identificar cuál es el carisma de cada palabra, independientemente de la lengua. A la hora de pasar un texto o conversación a un idioma extranjero, busca de inmediato las palabras que adquieren el mismo cariz que la palabra original, consiguiendo de esta forma una traducción precisa y directa.

Reflexiones

Si nos centramos en la traducción institucional, los traductores deben hacer frente a dos obstáculos: las dificultades propias del oficio que acabamos de comentar y el ajuste a las exigencias de procedimiento institucional que no permiten dejar matices interpretativos en las palabras. En una traducción normal estos matices son, incluso, necesarios para conseguir la mayor fidelidad con el texto original. La selección de palabras en el ámbito de las leyes debe ser minuciosa y a la vez no perder su poder, por lo que los traductores de cabecera tienen la misión de poseer un amplio vocabulario.

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